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Naces, creces, te reproduces y mueres. Así es como la biología resume, de manera global, el ciclo de la vida. Sin embargo, sabemos que este ciclo tiene muchas más implicaciones, no solo las particulares de cada uno de los sistemas biológicos, sino también dentro de las complejidades de cada uno de los ambientes que habitamos.

Si la vida de los diferentes organismos no se puede resumir en tan insulsas palabras, mucho menos podemos hacerlo de esa manera en los seres humanos. Esto se debe a que atravesamos muchas facetas a lo largo de nuestra existencia; siempre estamos en constante movimiento e intentamos mejorar.

En la mayoría de los casos (aunque actualmente estoy perdiendo la fe), la evolución del pensamiento, la madurez, los conocimientos adquiridos y las experiencias modifican nuestros comportamientos, la forma en que nos expresamos, cómo nos comunicamos y cómo nos entendemos a nosotros mismos. Pero no solo se limita a esto; podemos incluir muchos otros factores que intervienen en ese ciclo.

Además de los aspectos biológicos, están todos aquellos que el entorno social, educativo, geográfico, moral, religioso (o la falta de él), temporal, psicológico, económico, cultural, ambiental, de salud, tecnológico, filosófico, etc., introducen en la vida de las personas.

Papalia y sus colegas consideran que todos los seres humanos compartimos ciclos que se pueden definir en diferentes etapas, reflejando un patrón universal de cambios físicos, cognitivos y sociales.

En la infancia, hay una dependencia absoluta, donde se desarrollan las habilidades motoras y básicas para interactuar con el entorno. Luego, en la niñez, aparece la adquisición de autonomía, que fomenta el aprendizaje y la socialización. En la adolescencia, la búsqueda de identidad y autonomía emocional se vuelve central, mientras que, en la adultez, la estabilidad emocional y el rol en la sociedad alcanzan mayor definición (Papalia, Wendkos Olds, & Duskin Feldman, 2010).

Y dentro del ciclo de la vida, ¿quién no ha llegado al punto de tener que revaluar lo que ha hecho? Tomar aquellos recuerdos que nos acongojan o los que nos hicieron felices, los recuerdos tristes y hasta los malos, y reciclarlos, reutilizarlos como experiencias para sanar viejas heridas, madurar y evolucionar.

Es importante reutilizar lo que hemos aprendido y aplicarlo en la vida diaria. Tal vez el conocimiento de la escuela no nos ayude en cada uno de nuestros días, pero seguramente habrá momentos en los que tengamos que recurrir a lo que ya sabemos. ¿Quién en su sano juicio debe volver a aprender cada una de las cosas que hace cada día? Sería no solo absurdo, sino ineficiente e imposible.

Pero de alguna manera, la humanidad ha pensado que hacer todo desde cero, en lugar de reutilizar, ha sido una excelente idea. En un mundo con recursos escasos, de repente, la mejor forma de producción es extraer todos los recursos a cualquier costo, sin importar la manera, fabricar las cosas para que se dañen desde el inicio y generar toneladas de basura día tras día.

Independientemente de si crees o no en el cambio climático, es innegable que una economía basada en desperdicio y basura no nos llevará mucho más lejos. Es una economía que se conoce como lineal, y no solo por los recursos limitados, sino porque es imposible seguir acumulando basura y contaminación. Algunos ya quieren conquistar Marte, como Elon Musk, cuando ni siquiera han podido administrar los recursos de nuestro planeta. Es algo simplemente absurdo.

Pero no todo está perdido; existen métodos de producción que son amigables para todos. Así que, los capitalistas y amantes del libre mercado no deben asustarse y salir corriendo mientras gritan: “¡Comunistas! ¡El diablo!”. Existe una gran propuesta que habla sobre la economía circular: mantienes los sistemas de producción intactos, aumentas la tecnología para incrementar la eficiencia, reutilizas los desechos para maximizar la vida útil de los productos, creas sistemas de reciclaje y mejoras los elementos para hacerlos duraderos. Esto con la intención absoluta de aumentar el ciclo de vida de los productos.

La economía circular enfatiza la prolongación de la vida útil de los productos, desafiando el concepto de obsolescencia programada. Este enfoque requiere una mejora significativa en la eficiencia del uso de materiales y energía. En el ámbito energético, no solo es crucial optimizar el consumo, sino también adoptar fuentes más ecológicas mediante avances tecnológicos e innovación.

Reducir la dependencia de energías fósiles en todos los sectores económicos es una prioridad. Aunque las energías renovables se presentan como alternativas viables, aún enfrentan retos en términos de eficiencia y costos. Por ello, es fundamental continuar con la investigación y la inversión en el desarrollo de soluciones energéticas más eficientes, económicas y ambientalmente sostenibles, alineadas con los principios de la economía circular (Cerdá & Khalilova, 2016).

La implementación efectiva de estos modelos y estrategias requiere una transformación sistémica en los patrones de producción y consumo, así como una redefinición de los indicadores de valor económico y bienestar social. La economía circular, a través de estos enfoques, aspira a desacoplar el crecimiento económico del consumo insostenible de recursos, promoviendo un modelo de desarrollo más resiliente y ecológicamente viable.

  1. Beneficios ambientales: Reducción de emisiones de CO2, disminución de residuos, conservación de la biodiversidad.
  2. Beneficios económicos: Ahorro de costes en producción, generación de empleos verdes, oportunidades de nuevos modelos de negocio.
  3. Beneficios sociales: Mayor responsabilidad social, mejor calidad de vida y potencial reducción de desigualdades.

El camino para mejorar el ciclo de vida de los productos no es ni imposible ni difícil. Hay economías, como la China, que llevan décadas implementando estos sistemas en su producción; universidades investigando el tema son las que mayor número de investigaciones tienen al respecto.

Mientras que Estados Unidos es uno de los países que mayor aportación hace a la creación de todo tipo de desechos en el medio ambiente, pero no hace nada por mitigarlo. Son de las potencias que menos investigación tienen y los que menos les interesa promover la economía circular en sus sistemas de producción.

En lo que a mí respecta, es evidente que un cambio de sistema es necesario. Más allá de las ideas políticas y económicas que nos han enseñado, la guerra en redes sociales y la división populista de ambas partes, somos todos humanos. Todos tenemos necesidades, todos vivimos en el mismo planeta y todos necesitamos sus recursos: políticos, empresarios, sociedad civil e instituciones de investigación, todos.

“Soy Armando Matta, todo es debatible. ¿Tú qué opinas?”.

Armando Matta R. es economista y especialista en economía ecológica y ambiental, armandomatta@yahoo.com