Pese a que pueda parecerlo, aún no estamos en recesión. Aunque una recesión se define como dos trimestres sucesivos de crecimiento negativo del PIB, se trata esencialmente de un periodo en el que el crecimiento económico cae de forma significativa y las tasas de desempleo aumentan.
Dada la falta de una definición precisa, no siempre hay un acuerdo total sobre si una economía está en recesión, pero la actual crisis del coste de la vida hace que muchos se pregunten cuándo comenzará la próxima.
El consenso general entre los economistas es que es probable que se produzca una recesión en algún momento de 2023. Esta expectativa se debe, en gran medida, a las subidas de tipos de interés que los bancos centrales de todo el mundo han acometido para combatir la inflación.
La inflación –la tasa de crecimiento de los precios que pagamos por los bienes y servicios– ha subido a niveles no vistos en cuatro décadas. Las altas tasas de inflación tienen un impacto negativo en el poder adquisitivo y dificultan la compra de artículos de primera necesidad, como la comida. La inflación también tiene un impacto negativo en la eficiencia económica, lo que se traduce en un menor crecimiento general.
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Cuando los tipos de interés suben, resulta más caro financiar la compra de artículos más grandes, como coches, casas y vacaciones. Cualquier compra que requiera financiación se vuelve más costosa cuando suben los tipos de interés.
Cuando las deudas existentes tienen tipos de interés variables también aumenta el coste de mantenerlas. Como resultado de estas subidas, la demanda de muchos bienes y servicios disminuye y, a la larga, también lo hace la inflación.
Durante una recesión las empresas se ven obligadas a reducir la contratación, despedir trabajadores y reducir horas de trabajo.
Muchas de estas pérdidas de empleo se concentran en el sector de los servicios, sobre todo en las plataformas digitales, donde los ingresos tienden a ser más bajos y el empleo es precario.
Una pérdida de ingresos significa que la gente tiene que recurrir a sus ahorros –suponiendo que los tengan– para pagar artículos esenciales como la comida, el alojamiento y el transporte. La posibilidad de perder el empleo, o de ver reducidas las horas de trabajo, es, por tanto, el mayor impacto de una recesión para las familias. Así pues, la mayoría de la gente debería prepararse.
Ante la amenaza de una recesión muchas familias están legítimamente preocupadas por el estado de sus finanzas. En previsión, explicamos seis consejos que pueden seguir para prepararse para una recesión:
Algunas de estas estrategias son más fáciles de aplicar que otras. Pero quizá la mayor lección de todas sea estar siempre preparado para lo peor. Las recesiones, o las recesiones económicas, forman parte de lo que se llama el ciclo económico, que describe los altibajos de la economía. Las recesiones suelen producirse una vez cada década y a veces con más frecuencia.
Las personas deben procurar estar preparadas para estas recesiones. Es mucho más fácil llevar a cabo las estrategias anteriores con antelación, en lugar de esperar hasta el último momento. Cuanto más cerca de una recesión se intente seguir estas estrategias más difícil será estar bien preparado.
Incluso si se planifica con antelación, puede ser aterrador vivir una recesión. Pero la buena noticia es que no duran para siempre. Lo único que podemos hacer es planificar para lo peor y esperar lo mejor.